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El
Padre Pío: un Cristo entre nosotros
Laureano
Benítez Grande-Caballero
«¡Mirad
qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a
sí! ¿Por qué? ¿Quizá porque era filósofo o sabio o tenía
medios a disposición?… No, sino porque decía Misa
humildemente, confesaba desde la mañana hasta la noche… ¡Era
un hombre de oración y sufrimiento!» (Pablo
VI)
El
Padre Pío de Pietrelcina (1887-1968), fraile capuchino y
sacerdote, es mundialmente conocido porque llevó los estigmas de
Cristo durante cincuenta años exactos, siendo el único sacerdote
estigmatizado de la historia de la Iglesia, y el que más tiempo
llevó los estigmas. Además, fue portador de otros muchos
dones místicos (éxtasis, visiones, clarividencia, bilocaciones,
olor de santidad y sanaciones milagrosas).
El
Padre Pío nunca salió de su convento, no escribió libros, no
era un teólogo erudito, ni tuvo títulos de dignidad... su
existencia fue la de un simple sacerdote que decía misa y
confesaba.
Su
carisma de santidad fue ofrecerse a Dios como alma víctima para
salvar almas, expiando con su sufrimiento los pecados de la
humanidad, en una misión corredentora con Cristo, la cual le tuvo
50 años como un "crucificado sin cruz"
En
esta misión sacrificial del Padre Pío la celebración de la
Eucaristía tuvo siempre un papel central, ya que con sus estigmas
y su asombrosa celebración de la Eucaristía encarnó durante
toda su vida la actualización de la Pasión del Señor en el
sacrificio de la Misa.
Junto
a la celebración de la Eucaristía, el confesionario será el
lugar donde desarrollará su verdadero carisma: salvar almas. Sus
innumerables conversiones constituyen sin duda el más grande de
sus milagros, ya que puso todos sus dones místicos al servicio de
vocación de convertir almas.
Durante
toda su vida, el Padre Pío fue un auténtico “varón de
dolores”. A partir del sufrimiento, el Padre Pío elaboró una mística
de la Cruz, que constituye el centro de su espiritualidad, el tema
fundamental de su magisterio, y el núcleo de su misión.
«El
prototipo, el ejemplar en el cual es preciso mirarse y modelar
nuestra vida es Jesucristo; pero Jesús ha escogido por bandera la
cruz, y por ello quiere que todos sus discípulos sigan la senda
del calvario, llevando la cruz para después morir en ella. Sólo
por este camino se llega a la salvación».
El
2 de mayo de 1999, Juan Pablo II ofició la ceremonia de su
beatificación en la Plaza de San Pedro. El 16 de junio 2002, fue
canonizado.
Hoy
en día, más de 6 millones de de peregrinos acuden cada año a
visitar su tumba en el convento de san Giovanni Rotondo, donde el
sacerdote estigmatizado vivió casi toda su vida de fraile
capuchino. Después del santuario de Guadalupe, es el lugar
cristiano más visitado del mundo.
¿Qué
mensajes aporta su vida al mundo de hoy, al cristiano del tercer
milenio? La
figura extraordinaria del padre Pío es la respuesta divina a unos
tiempos difíciles y oscuros, de profunda crisis en la Iglesia,
pudiendo decirse que la concentración de virtudes y dones
sobrenaturales en su persona es un hecho con el que la divina
Providencia quiere hacer una llamada a la conversión en una época
marcada por el laicismo y el materialismo que han ocasionado la
crisis de fe que vivimos actualmente:
«La
misión del Padre Pío fue el sufrimiento por el pecado de los
hombres. Quizá si el pecado del mundo no se manifestara en todas
direcciones, grave, pesado, opresor, con malicia satánica, su
caso habría sido otro, y quizá Dios le hubiera otorgado sus
dones místicos sin obligarle a estar medio siglo en la Cruz. Pero
no ha sido así: ha sido un signo de Dios».
(Cardenal Siri, en una homilía pronunciada el cuarto
aniversario de su fallecimiento)
En
este sentido, el Padre Pío aporta un conjunto de mensajes que
proporcionan respuestas y soluciones a los problemas que hoy
tienen planteados la Iglesia y la fe de los creyentes. Estos
mensajes constituyen globalmente una llamada a recuperar la
espiritualidad tradicional que durante siglos ha animado la vida
cristiana: la importancia de la Misa, de la confesión, de la
oración, de la espiritualidad sacerdotal, del rosario, de la
devoción a María y al ángel de la guarda, la llamada a
recuperar la conciencia del pecado, la lucha contra el Demonio...
La pérdida de esta espiritualidad tradicional es justamente la
causa principal de la crisis del cristianismo en el mundo de hoy.
La
clave para entender los mensajes que el padre Pío transmite el
mundo de hoy, su verdadera
misión en el mundo, se
explica a partir del hecho de que el padre Pío llegó a
convertirse en alter
christus, es decir en otro Cristo, que se encarnó en el mundo
en nuestra época para combatir el periodo más oscuro de la
historia de su Iglesia. Fue un alma víctima de dimensiones
prodigiosas, corredentora con Cristo, crucificada con él durante
50 años.
«Era
siempre Jesús, en la confesión, en el altar, conversando, en
oración. Nuestros corazones no se equivocaban, viendo en ti a Jesús;
por eso no se saciaban jamás de contemplarte, no podía separarse
de ti (...) Afectuoso padre mío, tenía razón al decir: “estoy
atormentado de almas”, porque poseía el Todo, a nuestro amabilísimo
Redentor. No nos percatamos lo suficiente de que, bajo el nombre
de padre Pío, se ocultaba el más hermoso de entre los hijos de
los hombres, que en su inextinguible caridad quiso caminar de
nuevo en medio de sus redimidos. En Palestina vivió antes de su
muerte; aquí, en Italia, vivió visiblemente, al cabo de 20
siglos de su muerte» (Cleonice
Morcaldi, Positio Iv,
p. 214)
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